La enfermedad de Parkinson (EP) es el trastorno neurodegenerativo más común después de la enfermedad de Alzheimer y afecta aproximadamente a seis millones de personas en todo el mundo. El factor de riesgo clave implicado en la EP es la edad y normalmente aparece una amplia gama de síntomas con el envejecimiento.
A pesar de que podemos ver un porcentaje de pacientes jóvenes con EP, a veces a partir de 40 años o excepcionalmente a partir de los 30 años. Lo más característico de la EP es que algunos de los síntomas pueden aparecer mucho antes de que la enfermedad sea diagnosticada clínicamente.
La EP “idiopática”, que quiere decir que no conocemos la causa, se origina por la pérdida progresiva de neuronas de los núcleos de la base del cráneo productoras del neurotransmisor denominado dopamina. Además en el proceso neurodegenerativo se acumulan al cerebro proteínas anormales llamadas cuerpos de Lewy.
Se sabe también que existen algunos factores genéticos que favorecen la aparición de la EP, sobre todo en EP de personas jóvenes.
Los síntomas “clásicos” de la enfermedad de Parkinson son
– Rigidez de articulaciones.
– Ralentización psicomotora,( lentitud de pensamiento y de movilidad).
– Temblor, típicamente de reposo.
– Inestabilidad, alteraciones posturales y de equilibrio
A pesar de que estos son los síntomas clásicos, en muchas ocasiones no se presentan todos.
El tratamiento de los síntomas motores de la EP, sobre todo durante la fase inicial, se acostumbra a mostrar efectivo, y la mayoría de pacientes obtienen una mejoría importante en su calidad de vida. E tratamiento se basa en compensar la falta del neurotransmisor dopamina mediante fármacos que lo aportan o estimulan su producción.
Con un tratamiento farmacológico óptimo, muchas personas en fases iniciales de la enfermedad obtienen una respuesta muy favorable que los permite estar durante años sin ninguna limitación funcional.
La EP muestra un amplio espectro de síntomas y además de estos síntomas motores, hay otros, no motores, que incluyen
– Problemas de cognición, relacionados con el juicio deteriorado y la pérdida de memoria, especialmente durante la última edad.
– Trastornos del sueño manifestados por cambios en la hora y el horario normal de sueño.
– Pérdida o disminución de olfato y gusto
– Problemas psiquiátricos como por ejemplo depresión, ansiedad y estrés que se añaden a los síntomas motores. (Es importante destacar que el estrés puede provocar un desequilibrio de los neurotransmisores que puede empeorar los movimientos musculares relacionados con otras actividades como escribir, hablar, parpadear)
– Problemas con Sistema Autónomo, que actúa para controlar los movimientos musculares involuntarios del cuerpo como los latidos del corazón, la dilatación pupilar, la micción, la digestión y las funciones de las vías respiratorias.