La depresión a menudo presenta síntomas físicos, principalmente fatiga, dolor o alteraciones del sueño. El estado de ánimo deprimido puede estar presente o no. El asesoramiento de apoyo y la farmacoterapia son más efectivos que cualquiera de las dos modalidades por sí solas. Los fármacos más nuevos se toleran mejor que los anteriores y consiguen una adherencia mucho más alta del paciente. La depresión se considera una enfermedad crónica. La probabilidad de recurrencia aumenta con el número de episodios, a menudo se necesita un mantenimiento prolongado de la medicación. La mayoría de los pacientes con depresión leve a moderada pueden ser gestionados de manera eficaz por su médico de atención primaria, con la derivación necesaria solo para aquellos que no responden a la terapia o que tienen ideación autolítica.
Depresión en adolescentes
Las tasas de prevalencia de las diferentes formas de depresión (estado de ánimo depresivo, síndromes depresivos y depresión mayor) han aumentado durante los últimos años. Del mismo modo, las diferencias de género también se han incrementado. El estrés, los estilos de afrontamiento disfuncionales, una imagen corporal negativa y un estilo de apego inseguro se han identificado como factores que contribuyen a la etiología de la depresión. Se han presentado diferentes enfoques terapéuticos, siendo el tratamiento psicoanalítico el más completo.
Depresión en personas mayores
En las personas mayores, la depresión afecta principalmente a quienes padecen enfermedades crónicas y deterioro cognitivo, provoca sufrimiento, trastornos familiares y discapacidad, empeora los resultados de muchas enfermedades médicas y aumenta la mortalidad. Los procesos relacionados con el envejecimiento y la enfermedad, como la arteriosclerosis y los cambios inflamatorios, endocrinos e inmunitarios, comprometen la integridad de las vías frontoestriadas, la amígdala y el hipocampo, y aumentan la vulnerabilidad a la depresión. Los factores hereditarios también pueden desempeñar un papel. La adversidad psicosocial —empobrecimiento económico, discapacidad, aislamiento, reubicación, cuidado y duelo— contribuye a los cambios fisiológicos, incrementando aún más la susceptibilidad a la depresión o desencadenando la depresión en personas mayores ya vulnerables. El tratamiento con antidepresivos es bien tolerado por las personas mayores y, en general, es tan eficaz como en adultos jóvenes. Existen guías basadas en la evidencia para la prevención de nuevos episodios de depresión, así como sistemas de atención que aumentan la probabilidad de diagnóstico y mejoran el tratamiento de la depresión en la vejez.